La pandemia, la compleja cadena de suministros y el conflicto ucraniano fueron algunos de los factores que desencadenaron cambios en la economía mundial este año. Solamente en Estados Unidos la inflación alcanzó un máximo de 40 años con subidas excesivas en precios de todo tipo.
En este sentido se pueden citar los ejemplos de los costos de las viviendas y la escasez de productos, desde los más básicos hasta los menos comunes.
Para que tengas una idea, la inflación en Norteamérica comenzó en enero de 2022 con un 7.5% y solamente en junio ya estaba en 9.1%. Sin dudas, dentro de lo más llamativo estuvo el fenómeno de la gasolina que rebasó, en promedio, los $5.00 USD por galón.
Los precios de los alimentos se mantuvieron elevados gracias al alza del petróleo y los problemas en la cadena de suministros. Por si fuera poco, apareció la escasez de chips semiconductores y subió velozmente el precio de los automóviles (nuevos y usados).
Pero, por suerte la inflación está llegando a niveles más bajos que los previstos por los analistas. Un ejemplo de ello es la tasa de 7.1% alcanzada en noviembre, la más exigua de todo el año.
Entonces, ¿qué esperar para 2023?
Para 2023 el panorama se torna bastante complicado; sin embargo, ya hay señales de que los precios comenzarán a descender este año.
Durante el 2022 la Reserva Federal (Fed) elevó las tasas de interés de manera agresiva efectuando de esta manera cuatro aumentos consecutivos. Estos fueron del 0.75% y 0.5% a mediados de diciembre, por lo que la tasa de rango pasó del 4.25% al 4.5%.
Por otra parte las políticas monetarias de la Fed han influido directamente en las hipotecas del mercado de la vivienda. Las cuales rebasaron el 7% en octubre y se posicionaron en el nivel más elevado de los últimos 20 años.
Evidentemente, esto ha propiciado que las personas sufran directamente las consecuencias de pagar más por una vivienda y que las ventas registren caídas desde febrero.
Ahora mismo la Fed tiene el objetivo de bajar la inflación al 2% y reducir la tasa de desempleo, la cual estuvo en 3.7% en noviembre. La contención de la COVID-19, las mejoras en la cadena de suministros y las adaptaciones al impacto del mercado energético causan optimismo en no pocos especialistas.