En medio de la mayor inflación de las últimas cuatro décadas y el aumento de los alquileres, ha provocado una ola nacional de movilización de inquilinos en Estados Unidos. Una situación, en parte impulsada por la escasez de viviendas, y dos años de agitación económica relacionada con la pandemia.
Hoy aproximadamente 4 de cada 10 hogares estadounidenses está integrado por inquilinos, es decir, unos 44 millones de personas, según el Joint Center for Housing Studies de la Universidad de Harvard. Aproximadamente el 60% de los alquilados vio aumentar su renta durante el año pasado, según una encuesta realizada en junio por Freddie Mac, una empresa casi gubernamental de financiación de la vivienda, lo que provocó un aumento del activismo.
El voto como castigo
La abuela Sheila Nolan se convirtió en organizadora de inquilinos después de que su alquiler se multiplicara casi por 10 a principios de este 2022.
La señora aceptó un trabajo a tiempo parcial para mantener a su nieta, que vive con ella en el estado de Kentucky, en el sureste de Estados Unidos, sólo para que le dijeran que el empleo la hacía inelegible para un subsidio de vivienda del gobierno.
El alquiler mensual de Nolan aumentó de 77 a 740 dólares, lo que la llevó a dejar el trabajo y a intentar que la decisión fuera revocada, pero ahora lleva meses de retraso en el pago del alquiler y le preocupa que la desalojen.
«Voy a votar porque la gente pobre no puede salir adelante», dijo Nolan, de 68 años, que vive en la ciudad de Louisville.
Ella forma parte de la campaña «Homes Guarantee», que reclama una protección federal para los inquilinos, que incluya el control de los alquileres, el derecho a renovar sus contratos, a formar sindicatos de inquilinos y a reparar sus viviendas en caso de que los propietarios no lo hagan.